12 luglio 2017
Los diseñadores Alberto Lievore y Jeannette Altherr forman el Estudio Lievore Altherr con sede en Barcelona. Es sus últimas dos décadas de colaboración con Arper, han creado algunos de los muebles más icónicos del catálogo de la compañía, como las colecciones Leaf, Catifa y Parentesit, además de muchos de los stands y showrooms de la compañía. A continuación, Jeannette y Alberto comparten con nosotros su idea del concepto “Juntos”.
¿Podéis explicarnos cómo los productos y la colecciones de Arper trabajan juntos?
La mayoría de las empresas tratan de colaborar con un gran número de autores distintos para ofrecer una amplia gama de productos. Por el contrario, Arper definió un ADN general y a continuación invitó a diferentes diseñadores para que expresaran ese ADN desde su propia perspectiva. Se trataba de plasmar la misma sensibilidad a través de diferentes lenguajes.
¿De qué modo trabajan juntos los colores, las líneas las superficies y las formas?
La selección es algo que está a nuestro alrededor. Todo el mundo actúa como un curador. En Instagram, Pinterest y Facebook todo el mundo emplea imágenes y se convierte en comisario de su propia realidad. Reflexionas sobre lo que compartes con el resto del mundo; pero también te enfrentas a un desafío. Podemos percibir una tendencia similar en el diseño de interiores –selección y mezcla–; pero resulta difícil controlar el resultado final por adelantado. Así que pensamos en esto y en cómo contribuir a que los proyectos se desarrollaran con éxito. Para muchos diseñadores industriales de hoy en día, la relación entre el color, el material y la forma sigue subestimándose: creen que el color llega al final, que es una elección aleatoria o quizás comercial y que realmente no forma parte de la pieza en sí. Arper mantiene una aproximación diferente. Una de las expresiones más claras de esta cuestión fue la gama de colores que elegimos el año pasado para la nueva edición de Catifa 46, cuidadosamente seleccionada para complementar la forma de la pieza. Dentro de una familia, los colores de las colecciones de Arper están diseñados para coincidir entre sí, de tal modo que cada combinación resulta exitosa e interesante. La forma de mezclar estos colores decide el resultado, define el carácter que se desea aportar a cada pieza. Está claro que, en una habitación, una silla de un solo color expresa una sola cosa; pero una mezcla de colores propone algo muy diferente.
¿De qué modo funcionan juntos el diseño y el contexto?
Es una relación muy compleja. No solo se trata de diseñar un mueble, o de especificar qué tapicería o qué tela elegir, también es clave preguntarse cómo se relacionará ese mueble con otras piezas en un espacio, en un contexto o en una determinada cultura. Como todo esto resulta impredecible, hemos empezado a pensar que la idea de un diseño fijo resulta anticuada. En un mundo globalizado necesitamos sistemas de diseño, y no piezas únicas o una sola fórmula. Cada cultura, cada ambiente específico, demanda una expresión propia. Es necesario tener la conciencia, incluso la modestia, de saber que nada funciona en todas partes, que todo forma parte de un contexto. Para lograr la adaptabilidad necesaria, no se trata solo de proporcionar más opciones de un diseño concreto; la adaptabilidad tiene que formar parte esencial del diseño de mobiliario.
¿Habéis observado cambios en las formas de colaboración?
La tecnología digital ha cambiado definitivamente los modos de colaboración. Para empezar, ahora trabajamos con personas que están muy lejos y eso amplifica el espectro de posibles resultados de un modo impensable hace diez o quince años. Pero no solo se trata de tener la posibilidad de trabajar con otros profesionales. Gracias a internet y a las redes sociales, la disponibilidad de imágenes es tan inmensa que te sitúa en un intercambio constante de ideas. Es algo muy inspirador, pero al mismo tiempo también supone un desafío, porque si se acelera el ritmo de aparición de nuevas ideas, también aumenta la presión para ser original o distinto. Y no solo se trata de lo que haces; tienes que convencer a los demás para que presten atención a tu trabajo, para que abran esa ventana de atención. Bajo presión, difícilmente puedes permitirte la duda. Todo esto nos concierne.
¿Cómo creéis que la relación con el espacio afecta a nuestro estado de ánimo y a la manera en que nos conectamos unos con otros?
Hay una cita de Winston Churchill que define esto muy bien: “Damos forma a los edificios y luego ellos nos conforman”. El espacio debe reflejar qué queremos ser o cómo queremos ser. Si aceptamos que el espacio tiene este potencial, entonces tenemos que pensar: ¿qué queremos expresar con el entorno que tenemos? Un buen espacio es aquel que sugiere que podemos evolucionar, experimentar, pensar y explorar en libertad, sin un plan preconcebido. Un buen espacio te permite sentir todo esto mientras hace que te sientas a gusto. Pero no todo el mundo siente las cosas de la misma manera, lo que es bueno para uno no lo es necesariamente para otra persona. Así que es necesaria una solución específica para cada proyecto. Los arquitectos, por supuesto, están convencidos de que la arquitectura es la que construye el espacio, pero, en realidad, el mobiliario tiene el mismo si no un mayor nivel de impacto. Un espacio, sin muebles, podría ser cualquier cosa, no estaría definido. Después de todo, al menos necesitas una silla, un lugar donde sentarte.
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