Sostenibilidad

No necesitamos respuestas fáciles

23 July 2020
No necesitamos respuestas fáciles

El diálogo entre la diseñadora Jeannette Altherr y el periodista de diseño e investigador de tendencias Frank A. Reinhardt pone de manifiesto la complejidad del problema de la sostenibilidad, que desafía por igual a los diseñadores, las empresas y los consumidores, y a la vez nos muestra que el pensamiento holístico es la clave para encontrar soluciones. También es una instantánea sobre como la sostenibilidad está en el centro del debate en el sector de diseño de interiores.

 

Frank: Durante mucho tiempo, la conexión entre el diseño de interiores y la conciencia medioambiental se limitó a la producción de mobiliario libre de productos tóxicos que impulsaba el movimiento ecologista; básicamente, se trataba de buscar un ambiente interior saludable en vez de un ambiente global saludable. Esta situación ha cambiado en gran medida. Hoy, la vida coherente con el respeto al planeta se mide por aspectos como la neutralidad medioambiental y la sostenibilidad del diseño. Y ya que los muebles están tan cerca de las personas y tan presentes en sus vidas, casi como una segunda piel, nuestras expectativas de su compatibilidad con los humanos y el medio ambiente no son menos complejas que las que esperamos de la comida o la ropa. La cuestión es, ¿qué papel juega el diseñador en todo esto? Porque, al fin y al cabo, a principios del siglo XX, el éxito del diseño como disciplina de resolución de problemas se basó en gran medida en la estrecha colaboración de los diseñadores con las nuevas tecnologías de producción. Pero la situación actual es mucho más compleja: para el diseñador, individualmente, resulta casi imposible realizar el seguimiento de cada desarrollo. Quizás también sea esa la raíz del profundo anhelo de un nuevo tipo de simplicidad que podemos observar en el trabajo de muchos diseñadores jóvenes. ¿Cuál es vuestro enfoque?


Jeannette: Siempre nos hemos identificado con el “esencialismo”. La diferencia entre ese enfoque y la simplicidad es que no estamos tan interesados en los aspectos que se relacionan con la forma, como en la búsqueda de aquello que es importante, de lo que realmente importa. Y ¿hay algo más importante que la vida misma? Nuestro sentido de la belleza y nuestro concepto de buena vida están estrechamente vinculados. Quizá no siempre sepamos lo que es bello, pero tenemos una idea muy precisa de aquello que no lo es: la pobreza, la destrucción, la monotonía. En estos momentos estamos experimentando cómo está cambiando nuestra idea de la naturaleza, ha dejado de ser “el otro” –nada más que un proveedor de recursos– y ahora la percibimos como un sistema vivo por derecho propio. Ahora comenzamos a vernos a nosotros mismos como parte de ese sistema vivo, y ya no como algo que está por encima de él. El equilibrio es un aspecto esencial de esta transformación que, definitivamente, cambiará nuestra percepción de la belleza.

 

Como diseñadores, tratamos de encontrar la forma para algo que ya está en el aire: una aspiración, un estado de ánimo, un deseo vago y colectivo que todavía no encontrado una expresión. Identificamos esas tendencias y las acercamos a la atención de nuestros clientes.

Color and texture research @Lievore + Altherr Désile Park

 

 

Frank: Esto respalda mi visión del diseñador como socio creativo de una empresa. Cuanto más compleja es la tarea, más importante se vuelve su papel: los diseñadores aportan nuevas ideas e inspiración a las empresas, además de la voluntad de pensar fuera de lo establecido y ser parte de las soluciones. Creo que los diseñadores actuales se enfrentan a expectativas increíblemente altas, porque su valor y reputación se basan, parcialmente, en la admiración por su sentido del estilo. En las redes sociales se desarrolla un debate que muestra claramente que la gente también espera de los diseñadores una orientación sobre cuán sostenible es el concepto de un producto. Probablemente esto se deba, en cierta medida, al legado de los orígenes del diseño; pero también es la expresión de la falta de orientación de las personas que ha empeorado con una preocupación medioambiental no muy meditada. En consecuencia, la gente ve a los diseñadores como la mejor esperanza para resolver problemas a través del progreso técnico; pero me temo que eso sería pedirles demasiado.


Jeannette: En primer lugar, soy yo misma la que se presiona. Mientras el diseño de un producto se convierta en bienes de consumo, ser diseñador significa estar estrechamente relacionado con un problema fundamental: el consumo excesivo. Ocurre algo parecido con los arquitectos. Por eso muchos diseñadores se preguntan si pueden seguir diseñando con la conciencia tranquila y, de hacerlo, qué y cómo. En mí caso, estas preguntas supusieron una verdadera crisis. Y también debemos tener el cuenta la enorme complejidad el momento actual. Tenemos que entender que algo puede tener distintas soluciones, que existen contradicciones entre nosotros y dentro de nosotros mismos, y que muchas de las preguntas no tienen una respuesta fácil: todos formamos parte de un gran proceso colectivo de aprendizaje. Tienes que lograr liberarte de la idea de tenerlo todo bajo control. Como punto de partida –y para siempre– tenemos mucho que aprender, porque hay una cantidad increíble de factores a tener en cuenta: desde el origen de los materiales hasta las condiciones de producción, el aporte de energía, la calidad y longevidad, el uso prolongado resultado de la versatilidad, los requisitos de servicio, los costes del transporte y el embalaje y, por último, pero no menos importante, las posibilidades de reciclaje. Y, por si esto fuera poco, también debemos tener en cuenta los aspectos sociales.


Creo que la idea de lo que puede ser el diseño irá más allá del estricto desarrollo de productos. Por ejemplo, al ver la exposición “Broken Nature” me conmovieron especialmente los casos de conservación, apreciación y documentación, tanto como los que mostraban el carácter dramático de la situación global del medioambiente. Sobre todo porque, por sí solos, los hallazgos científicos no son suficientes para cambiar la forma de pensar de las personas. El auténtico progreso llegará cuando pasemos de “saber” a “comprender”. En este sentido los diseñadores pueden colaborar observando las diferentes corrientes y tendencias, seleccionando y probando todo aquello que parezca viable.

© Javier Allegue Barros

 

 

Frank: El discurso sobre los modelos de sostenibilidad cambia constantemente porque, en una sociedad tan mediatizada como en la que vivimos, las primeras impresiones son exageradas y las últimas ideas pueden volverse obsoletas de un día para otro. Todo el tema de la alimentación y la salud es un auténtico campo minado: en cuanto descubrimos una panacea, resulta que está llena de pesticidas o está producida de una manera que no cumple con los estándares sociales o es un peligro para la biodiversidad. En el campo del diseño de interiores el debate no es tan agitado, al menos por el momento. Las experiencias con productos como los muebles exigen más tiempo y, por otro lado, los procesos de aprendizaje requieren mayores inversiones. Al mismo tiempo, la industria tiene que estar preparada para que las materias primas que se presentan como sostenibles, como la madera, por ejemplo, también puedan llegar a escasear.


Jeannette: Es cierto, a la vista de los devastadores incendios de este año en el Amazonas y en Australia, te preguntas si podemos seguir considerando a los árboles como un recurso renovable. Además, frente a la exagerada oferta de productos que tenemos en la actualidad, ¿”nuevo” sigue siendo una palabra tan positiva como solía ser? O, como alternativa, ¿no será la mejor opción desarrollar productos bien diseñados y de buena calidad que puedan repararse, modificarse y utilizarse durante mucho tiempo? Creo que la industria necesita considerar seriamente esta opción. Es importante que repensemos todo esto con una mentalidad abierta.


Frank: Todo esto nos lleva a la gran pregunta: ¿cómo de naturales deben ser los muebles sostenibles? En principio, los materiales naturales, como la madera, el bambú, la piedra o las fibras como la lana, parecen más sostenibles. Pero quizá caigamos en una contradicción, porque no siempre el producto más natural es necesariamente el más sostenible. Además, en general, no podemos saber con solo mirarlos si los muebles están fabricados con madera certificada y producidos de manera sostenible. Es más probable que sea el precio lo que los identifique como sostenibles, y no todos están dispuestos a pagar ese precio. Pero, probablemente, esta situación cambiará. En los próximos diez años, la creciente percepción del cambio climático y la preocupación por el medio ambiente cambiarán los hábitos de compra y las tendencias en el ámbito del diseño de interiores.


Jeannette: Esto también nos lleva a preguntarnos cuán consistentemente sostenibles deben ser los procesos de una empresa para que sea percibida como una marca sostenible. ¿Qué tan radicales tienen que ser? ¿Las empresas solo pueden considerarse serias si son 100% sostenibles? ¿Cómo tenemos que lidiar con las contradicciones?

© Pawel Nolbert

 

 

Frank: La gente debería conocer la verdad: no hay soluciones 100% sostenibles, de la misma manera que no existen los productos perfectos. Los consumidores tienen que aprender a sopesar los pros y contras, y la industria tiene que descifrar y explicar para los consumidores los criterios que han seguido en su toma de decisiones. Esta es una tarea difícil para ambas partes, porque a los consumidores les gustan las soluciones fáciles y perfectas; se sienten mejor con las manzanas grandes, rojas y brillantes presentadas con una etiqueta que certifica su origen ecológico. Sin embargo, es posible que no exista este ideal y debemos procurar que los consumidores entiendan esto; pero está claro que nadie quiere ser el primero en enfrentarse a esta tarea.


Jeannette: El debate está tan cargado emocionalmente y estamos en tal estado de shock que sentimos la necesidad apremiante de hacer algo y de hacerlo rápido. Y a menudo simplificamos las respuestas. Realmente, por ejemplo, ¿es mejor reemplazar las bolsas de plástico por las de tela? ¿Aunque luego tengas innumerables bolsas de tela que nunca más volverás a utilizar?¿Tiene sentido reemplazar las pajitas de plástico por otras de metal o de vidrio si una taza que no es de plástico tiene que reutilizarse hasta 3.000 veces antes de que la cantidad de recursos que necesitamos para hacerla sea menor que los que empleamos en fabricar una de plástico?, ¿eso significa que debemos seguir confiando en el plástico? Debemos centrarnos en las cuestiones fundamentales y pensar en torno a los ciclos de vida de un producto. No es suficiente con reemplazar los materiales y seguir con el sistema de usar y tirar.


Frank: Y, al mismo tiempo, tenemos que aprender rápidamente a diferenciar distintas situaciones. Al final del día, nadie cuestiona el hecho de que necesitamos limpiar nuestros océanos de desechos plásticos. Pero la reacción instintiva de demonizar el plástico resulta muy limitada. Por un lado, el plástico producido a partir de recursos fósiles es un material muy escaso y valioso; y en algunos campos, como en ciertas aplicaciones médicas, es insustituible, al menos por el momento. Y lo cierto es que el plástico se está desperdiciando, es algo que queda claro cuando contemplas la montaña de envases y desechos causada por una sociedad con un apetito insaciable por los productos de conveniencia.


Jeannette: Correcto, es un error considerar al plástico como la raíz de todo mal en el planeta, y no es menos erróneo pensar que solo los bioplásticos podrán resolver los problemas. Cada problema trae consigo sus propios desafíos. La verdadera pregunta es: ¿cual es el material adecuado para cada contexto? ¿El plástico duradero que empleamos en los muebles o en otros dispositivos, tiene el mismo impacto que el plástico desechable? Queremos hacer lo correcto, pero ¿qué es lo correcto? ¿Nos abstenemos? ¿Aprendemos a consumir “mejor”? Y, en consecuencia, pronto se plantea una pregunta, ¿quién es el responsable en última instancia, el consumidor o el productor?

 

 

Frank: Sin lugar a dudas, el nuevo dinamismo de la lucha contra el clima es algo incuestionablemente positivo. Ayuda a concienciar a la gente y les llama la atención sobre lo irreversible de este proceso. Lo que ahora necesitamos es coraje para seguir impulsando esta transformación. Y en mi opinión, eso significa que también se les debe pedir a los consumidores que cumplan con su parte. En este sentido, la información es el requisito previo para poder tomar decisiones independientes. Las marcas tienen que ganar en credibilidad proporcionando información que sea transparente y comprensible. Me gusta pensar que algún día podré comprarme una silla que venga con un folleto que contenga algo más que las habituales felicitaciones por comprar un producto de alta calidad y de producción sostenible: un folleto que ofrezca información transparente y significativa.


Jeannette: Los consumidores quieren poder confiar en que el fabricante sea realmente honesto. Cuando se trata de credibilidad y diferenciación, las personas necesitan criterios fiables y bien fundados que puedan aplicarse a cualquier empresa, eso es lo que esperamos de las etiquetas de certificación y de los requisitos legales.

© Salva Lopez / Courtesy of Lievore + Altherr Désile Park

 

 

Frank: Dada la enorme cantidad de etiquetas a las que nos enfrentamos, me temo que las certificaciones ya no surten ningún efecto a menos que detrás de ellas haya una cara o una marca creíble. Creo que hay dos aspectos del desafío que las empresas deben superar cuando se trata de desarrollar prácticas comerciales sostenibles, especialmente en aquellos sectores que tienen que convencer a los consumidores. Por un lado, tienen que aceptar que la sostenibilidad en la producción es un tema complejo y requiere transparencia. Y, por otro lado, tienen que simplificar esa complejidad para poder comunicar con eficacia sus acciones y respuestas al problema. Porque, seamos honestos, ¿cuántas personas son capaces de entender un informe sobre sostenibilidad? Sin transparencia en ambos procesos, no puede haber credibilidad.


Jeannette: Creo que en este caso la palabra clave es “proceso”. Un proceso implica tiempo y experiencia. Tomemos a Arper como ejemplo: la compañía tiene un departamento de sostenibilidad desde 2005, y desde el principio ha mantenido un enfoque muy sofisticado, basado en la evaluación del ciclo de vida del producto, el único que me parece genuinamente consistente. En ocasiones, los certificados son una barrera burocrática para las importaciones; pero la certificación EPD (Declaración Ambiental de Producto) es una herramienta eficaz para lograr que los productos sean transparentes y fiables. Esta es realmente la única manera de ayudar a que las personas tomen una decisión consciente. La relación entre diseño y sostenibilidad tampoco debería limitarse a la reducción de la huella de carbono. Creo que tiene mucho más sentido reemplazar la vieja forma de pensar por una mirada holística que permita la complejidad, la incertidumbre y las contradicciones en lugar de tratar de crear la ilusión de que existe una única respuesta fácil. El enfoque y las respuestas que puede ofrecer el diseño abarcan desde la ecosofía, la conservación, el diseño restaurativo, el biodiseño, el ahorro de energía, la reutilización, el reciclaje o los modelos de ciclo de vida hasta crear conciencia de la belleza y de la necesidad de proteger las cosas que amamos.

© Scheltens & Abbenes

 

 

Frank: Estoy totalmente de acuerdo. Resulta fascinante ver cómo el debate sobre la sostenibilidad está teniendo un impacto en todas las áreas de la vida, no solo con respecto al consumo, sino también en términos de estándares sociales y estilo de vida. Incluso sin haber leído el último libro de Naomi Klein, Green New Deal, es posible darse cuenta de que la crisis climática es un desafío que afecta a cada área de cada sociedad. Sucede lo mismo con el modelo climático: si cambia en algún aspecto, toda la dinámica cambia, ya se esté hablando de la Corriente del Golfo o de las transacciones financieras globales. Pero creo que eso también representa una oportunidad


Jeannette: Sí, una sociedad también puede aprender. Y las empresas también  están evolucionando y reaccionando a los últimos hallazgos y perspectivas; también ellas comparten las mismas experiencias que nosotros y como resultado están cambiando. Una compañía como Arper, donde este proceso está en marcha desde hace 15 años, puede ver cómo su trabajo cobra relieve y se anima a comunicar sus actividades con mayor intensidad, a pesar del riesgo de ser acusada de emplear la sostenibilidad como maquillaje. Y solo porque es imposible complacer a todos todo el tiempo, no debemos permitir que eso nos impida seguir manteniendo el proceso de apredizaje que se inició en los orígenes de la empresa.



Frank: En este sentido, resulta alentadora la demanda de prácticas comerciales sostenibles por parte del sector financiero.


Jeannette: Al final,   ¿La razón por la que hacemos algo realmente marca alguna diferencia, siempre y cuando nos podamos tomar en serio el resultado? Este mismo debate se está desarrollando entre los expertos en ética. Lo fundamental es hacer lo correcto y si para ello se obtiene el apoyo del mundo financiero, mucho mejor, porque aumenta su efectividad. La sostenibilidad no llega por sí sola, necesita mucho tiempo y dinero, por lo que, por regla general, solo algunas marcas están dispuestas a invertir los recursos necesarios. Los sistemas como la certificación EPD son extremadamente complejos y requieren recursos, es decir, cuestan dinero, tiempo y mano de obra.

© Marco Covi

 

 

Frank: Sin ignorar los costes, creo que difícilmente podemos permitirnos el lujo de perder la oportunidad que nos ofrecen estos sistemas. Existen prejuicios sobre los negocios igual que existen prejuicios sobre los consumidores que, supuestamente, solo quieren comprar barato y no se puede esperar de ellos que comprendan problemas complejos o tomen decisiones correctas. Señalar y cuestionar los clichés como este forma parte del debate social en el que nos encontramos.


La diseñadora de productos Jeannette Altherr y sus asociados Alberto Lievore, Delphine Desile y Dennis Park colaboran en distintos ámbitos. Están especializados en diseño y desarrollo de productos, consultoría estratégica, dirección creativa, dirección de arte y arquitectura efímera para empresas de diseño internacionalmente reconocidas.
El trabajo del estudio se caracteriza por el enfoque holístico de sus conceptos creativos, desde el diseño de producto hasta su comunicación, siempre desde una perspectiva humanista y desde la búsqueda de lo esencial, combinados con una sensibilidad que transmite armonía y equilibrio.

Frank A. Reinhardt es periodista especializado en diseño e investigador de tendencias con sede en Colonia, experto en el sector de mobiliario y diseño de interiores, jurado codiciado en distintos concursos de diseño, orador frecuente, moderador de distintos foros de la industria y editor de una serie de estudios sobre diseño y consumo.