21 agosto 2014
© Marco Covi
Subiendo al tren en Barcelona ya empezamos a notar la sensación del calor del sol sobre la piel. En menos de 15 minutos estaremos lejos del centro, en una extensión de la ciudad donde nos sentimos como en casa.
© Wei Lin Tse
Por las ventanillas vemos primeramente los edificios, que se confunden con una mancha verde de árboles que se subsiguen; a continuación, se transforman en los rugosos tejado de madera y paja típicos de la localidad de Gavá. Por último, finalmente, el luminoso blanco de la arena y la lucidez del mar.
© Wei Lin Tse
© Wei Lin Tse
Somos afortunados de poder gozar de esta sublime combinación de metrópolis y naturaleza, de un lugar donde evadirse, tan próximo a nuestras casas de ciudad. Aquí nos abandonamos a los lujos que la costa nos ofrece: mercadillos del usado al abierto, jardines verdes y exuberantes, la sensación de infinito que se tiene mirando el punto en el que el mar se encuentra con el cielo.
© Marco Covi
Al atardecer nos vemos para comer algo juntos en el restaurante en la playa. Saboreamos verduras crujientes maduradas al sol, con carne y pescado cocinados a las brasas, mientras el murmullo de nuestra conversación se acuna con las olas cercanas.
© Wei Lin Tse
Cuando nos dirigimos al tren que nos devolverá a casa ya se ha hecho de noche, pero seguimos notando el calor del sol sobre la piel.
Un refugio en la playa
Gava Beach, España
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